sábado, 21 de marzo de 2015

Capítulo 5

Llego a su casa después de quince minutos de caminata. Le mando un Wathsapp por si acaso, para confirmar que está incomunicado, pero no me responde.
Echo un vistazo general a su casa. La ventana de su baño del piso de abajo está abierta. Localizo una caja de madera en su jardín. La cojo, me subo encima y logro pasar por la ventana a duras penas. Me intento orientar en su casa. Lo primero que debo ir a mirar es su habitación.
Subo las escaleras de puntillas, intentando hacer el mínimo ruido posible (ya sabéis, por si hay algún asesino en la casa), pero no funciona, así que me quito los zapatos y subo de rodillas para que se me vea menos.
Tardo cinco minutos en llegar a arriba, la puerta de su habitación está cerrada, pero por el hueco de abajo veo luz. Me acerco a la puerta sigilosamente y pego la oreja a la puerta.
Mi sorpresa es enorme cuando escucho una serie de gemidos… procedentes de una chica.
No tardo en atar cabos. Y no podía estar en una situación peor.
Digamos que me he colado en la casa de mi mejor amigo pensando que lo habían asesinado o algo por el estilo y en realidad está haciendo el amor con una chica a la que no logro identificar.
Siento un nudo en la garganta, y que algo se está rompiendo en mi corazón. Decido ignorarlo.
Debería irme, así que miro por la ventana del baño de esta planta: ha empezado a llover. No puedo volver a casa si está lloviendo, y mucho menos si la lluvia es tan intensa como esta.
Así que decido esperar a que pare de llover, o a que ellos acaben de… divertirse. No sé qué acabará antes, pero espero que sea el mal tiempo.
Como veo que después de media hora la tormenta continúa, decido sacar mi móvil y llamar a… ¿A quién llamo? Obviamente no voy a llamar a mi madre, porque no debería enterarse de este tipo de acciones mías (sobre todo de la parte en la que me cuelo en casas ajenas) así que, en resumen, no conozco a nadie que tenga carnet de conducir. Pero… Juan tiene una moto. Me mojaré igualmente, pero no es lo mismo que ir andando. Pero… ¿le llamo o no le llamo? Me parece que el rollito de Hugo y la otra va a dar para rato, así que decido tomar una importante decisión.
-¿Gema?
-Juan, sé que nunca nos hemos llevado bien y que nuestra relación no es muy cercana pero… como tienes una moto y eso, ¿puedes venir a un lugar a recogerme?
-Tranqui Gema. ¿Dónde te recojo?
Juan llega quince minutos después. Me avisa por Wathsapp para que salga a fuera. Salgo como entré: por la ventana del baño. Juan está justo delante.
-Bueno, bueno, bueno… Me parece que me tendrás que contar como has acabado así. Pero por esta noche, prepárate para recibir a tu caballero de brillante armadura.
-No te pases, y solo te he llamado porque no conozco a nadie más que tenga carnet de conducir.
Me subo a la moto y me siento detrás de él.
-Dame el casco, anda –le digo.
-No tengo, si quieres venir conmigo, es lo que hay. Ahora, agárrate a mi espalda.
Me agarro a su espalda bastante incómodamente, aunque él intenta aprovecharse de la situación. Arranca la moto, y llego a mi casa (de una pieza y sin ningún rasguño, para mi sorpresa) en menos de cinco minutos.
Cuando entro en casa, mi madre y Andrés ya están poniendo la mesa. No me preguntan dónde he estado ni que he hecho, solo me piden que les ayude a poner la mesa, y lo hago. Cenamos tortilla de patatas con bistecs de pollo y ensalada de tomate. Riquísimo.
Cuando termino subo a mi habitación y me pongo a escribir un poco más de mi novela. Lo tengo todo planeado: cuando acabe de escribirla la subiré a Wattpad y la pondré en venta en Amazon por 0,89 euros. Será un buen comienzo para mi carrera, porque de mayor a mí me gustaría ser escritora.
Alguien peta en mi habitación: es Andrés.
-¿Hoy Amanda te ha… dicho algo? –me pregunta.
-No. ¿Por qué me iba a decir algo?
-Te voy a contar una cosa, pero debes jurarme que no se lo dirás a nadie.
-Lo juro.
-Ni a mamá.
-¡Andrés, no tengo todo el día! –exclamo indignada.
-Vale, vale. El caso es que, como me he mentido en tantos líos (entre ellos la pelita esta), sus padres no le dejan que se vea conmigo.
Me quedo unos segundos pensativa.
De repente empieza a sonar un sonido extraño: es una llamada de Skype. De Hugo.
-Andrés, vete.
Para mi sorpresa, me hace caso a la primera.
-¡Hola! –me saluda.
-Hola.
-Gema, no te vas a creer lo que me ha pasado. ¿Conoces a Helena, la tía más buena del instituto? Va en cuarto de la ESO. Pues estamos saliendo. ¡Somos novios! Así que podré ir a la fiesta del fin de semana que viene. Y esta noche… nos hemos acostado.
-Lo sé –le digo con una sonrisa de oreja a oreja. Me alegro muchísimo por él.
-¿Cómo que lo sabes?
-Pues… como no respondías a nada, pensé que te pasaba algo, entonces fui a tu casa a ver si te habían secuestrado o algo. La ventana de tu baño de abajo estaba abierta, así que me colé. Subí sigilosamente hasta la planta de arriba y pegué la oreja a la puerta de tu habitación y… oí gemidos. Juro que me iba a ir, pero empezó a llover, así que llamé a la única persona que conocía con carnet de conducir: Juan. Así que me llevó a casa en su moto.
-Guau –me dice. Se le ha quedado la boca abierta de la sorpresa-. ¿De verdad que te embarcaste en esa aventura solo porque no te respondía y pensabas que me estaba pasando algo malo?
-Sí.
-Y por eso eres mi mejor amiga –me responde con una gran sonrisa, pero esa afirmación no me hace sentir tan bien como debería-. ¿Y qué tenías pensado hacer en el caso de que hubiera un criminal en mi habitación?
-Bueno… Eso son cosas secundarias.
Estamos un buen rato hablando y riendo por skype. Nos despedimos a las 10 y media, y me paso leyendo el resto de la noche. Bueno, hasta la una, que me voy a dormir.
Me vuelvo a despertar bruscamente. Olvidé cambiar la alarma.  No la cambio ahora porque no estoy lo suficientemente despierta como para hacer una elección razonable de una canción.
Me preparo como cada día para ir a clase. Me sorprendo cuando veo que la puerta de la habitación de Andrés está cerrada, y ya pasan de las 7.45. Oh, cierto. Está cumpliendo su expulsión.
Bajo las escaleras corriendo y cojo las llaves. Amanda no llega. Puede que sea porque Andrés no viene, o quizás es porque se retrasa. En todo caso, el autobús se está acercando a mí y ella aún no ha llegado.
Entro en el bus y me siento en mi habitual asiento. Sola. En el lado de la ventana. La siguiente parada es la de Juan. Se sienta a mi lado sin pedir permiso.
-¿Qué? ¿Te ha gustado como conduce tu caballero de brillante armadura? –me pregunta.
-Mira, no quiero que pienses que quiero tener algo contigo. Sólo te pedí ayuda en una situación complicada. Punto.

-¿Y si yo quiero tener algo contigo? Por ejemplo, no estaría mal que vayamos juntos a la fiesta. Como pareja. ¿Eh, eh? ¿Qué te parece?

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Att: Brianna Maio.

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